No hagan caso de los fariseos: son como el ciego que guía a otro ciego, y si un ciego guía a otro, los dos terminan cayéndose en una zanja.
Una mujer ciega estaba en el borde de la acera, a punto de cruzar la calle, pero sin atreverse a dar el primer paso por causa de la intensidad del tráfico. Suspiraba por que alguien le ofreciese ayuda. De pronto se le acercó un caballero: «¿Me permite que pase con usted al otro lado de la calle?». «Encantada», contestó ella, y lo tomó del brazo. A mitad de camino el hombre dio un traspiés. «¿Qué ocurre, anda usted como si fuera ciego?», preguntó la anciana. «¡Es que soy ciego!, por eso le pregunté si podía cruzar la calle con usted», respondió el hombre.*
Así sucede a veces en el ámbito espiritual. Somos ciegos guías de ciegos, «y si un ciego guía a otro, los dos caerán en algún hoyo» (Mat. 15: 14). La única manera de cruzar con seguridad «al otro lado» es seguir a aquel que no tiene ni pizca de ceguera. Asegurémonos de estar caminando en los pasos del «único inmortal, que vive en una luz a la que nadie puede acercarse» (1 Tim. 6: 16).
No era el plan de Dios que hiciéramos depender nuestra dirección en la vida y nuestros criterios espirituales de opiniones ajenas. Tras conducir a su pueblo a la tierra prometida, Dios los dejó sin dirigentes porque su plan era que dependieran únicamente de su Espíritu y de su ley como guías infalibles para una vida santa. Incluso cuando, por su testarudez, les permitió que tuvieran rey, Dios les hizo saber por medio de su profeta: «Nuestro Dios les ha dado ya el rey que ustedes pidieron. Si ustedes y su rey obedecen y sirven solo a Dios, él los bendecirá y ustedes vivirán en paz» (1 Sam. 12: 13-14, TLA). Lamentablemente ni siquiera los reyes son confiables y los pueblos se descarrían cada vez más. Ciegos guías de ciegos…
¿Reconoces que espiritualmente eres ciega? Si es así, ¿en quién confías para aconsejarte y fortalecerte en las decisiones delicadas de la vida? Solo hay dos fuentes de sabiduría y poder: 1) La Palabra de Dios: «Tu Palabra es una lámpara a mis pies; y una luz en mi camino» (Sal. 119: 105) y 2) el mismo Dios: «¡Ojalá […] me honren. y cumplan mis mandamientos todos los días, para que tanto ellos como sus hijos tengan siempre una vida dichosa!» (Deut. 5: 29). Hagamos de Dios el único guía de nuestra vida para que nos vaya bien.
“Ante todo ser cristiana”
Por: Mónica Díaz
Por: Mónica Díaz
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