Compromiso cristiano con una sociedad no cristiana



Nuestro llamado es a vivir en el mundo conforme a la Palabra. John Stott

JESÚS “recorría toda Galilea, enseñando en la sinagoga de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba a la gente […]. Se hablaba de Jesús en coda la región de Siria, y le traían a cuantos sufrían de diferentes males […]. Y Jesús los sanaba” (Mat. 4:23, 24). Enseñar las verdades del evangelio; anunciar la esperan- zadora noticia de una vida eterna sin dolor; ayudar a nuestra sociedad a encontrar la cura para los males que la aquejan; esa fue la labor de nuestro Maestro, y ese es nuestro llamamiento, puesto que hemos de caminar en sus pisadas.

El texto es muy claro: Dios nos ha dado responsabilidades sociales además de las evangelísticas. Nuestro mundo sufre males endémicos que podemos ayudar a sanar. El primer paso es recoger el testigo de quienes nos precedieron en esta misión de imPactar a una sociedad no cristiana con nuestro compromiso cristiano con ella.

Mejoras que parecían inalcanzables en los tiempos de nuestros bisabuelos son hoy una realidad: se ha abolido la esclavitud; se ha humanizado el sistema carcelario; el conocimiento científico y religioso ha ido acabando con la superstición; el avance de la medicina ha disminuido tremendamente la mortalidad infantil y ha impedido que ciertas enfermedades siguieran arrasando países enteros; y en general, no existe una iglesia mayoritaria que domine las conciencias como sucedía antaño. La humanidad ha dado grandes pasos, especialmente gracias a la influencia del cristianismo. Así lo registra, por ejemplo, el británico Wesley Bready: “¡Cómo se originó el movimiento hacia la humanización, esa pasión por la justicia social y esa sensibilidad a las injusticias humanas? Existe solo una respuesta que se ajusta a la inconmovible verdad histórica. Se derivó de una nueva conciencia social. Su principal fuente y sustento fue el avivamiento evangélico del cristianismo práctico y vital”.*

Aún queda mucho por hacer, y mucho podría lograrse con el avivamiento práctico y vital de nuestro cristianismo. ¡Seguiremos en las huellas de Jesús? ¡Recogeremos el testigo de tantos hombres y mujeres de comprometemos con la sociedad en la que vivimos? Si lo hacemos, se hablará también de nosotras en toda nuestra región.

Por: Mónica Díaz


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