QUE NO SE NOS CRUCEN LOS CABLES




“Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré”. Salmo 5:3

COMO ÚLTIMA REFLEXIÓN sobre la oración, considera este conmovedor párrafo:

“Conságrate a Dios todas las mañanas; haz de esto tu primera tarea. Sea tu oración: ‘Tómame, ¡oh Señor!, como enteramente tuyo. Pongo todos mis planes a tus pies. Úsame hoy en tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en ti’. Este es un asunto diario. Cada mañana, conságrate a Dios por ese día. Somete todos tus planes a él, para ponerlos en práctica o abandonarlos, según te lo indique su providencia. Podrás así poner cada día tu vida en las manos de Dios, y ella será cada vez más semejante a la de Cristo” (El camino a Cristo, cap. 8, p. 104; la cursiva es nuestra).

¿Por qué por la mañana? Porque aunque seas un noctámbulo empedernido, ¿qué mejor forma de empezar un nuevo día que entrar a la presencia de Dios? Y, ¿por qué esa modélica oración matutina sobre poner todos nuestros planes a sus pies? Porque, ¿qué compromiso más significativo podemos adquirir que ofrecer la totalidad de nuestras horas de vigilia y de nuestros pensamientos a su señorío?

¿Te puedes imaginar una pequeña comunidad de elegidos de Dios en el oratorio con lesús en la primera hora del día, y luego desplegándose en abanico por su pueblo o ciudad bajo su dirección directa a través del Espíritu? ¡Imagina a la ciudad así bendecida!

Cuando hacíamos labor pastoral en Salem, Oregón, a nuestro teléfono le ocurrió algo vergonzoso. Empezamos a captar la música de la emisora de rock pesado en nuestra línea telefónica. Y yo sabía que los santos que llamaban estaban sacando la conclusión de que habían sorprendido al pastor escuchando tal música, porque, por mucho que alzara mi voz, podía seguir oyéndose la estremecedora música rock en segundo plano. Llamé a la compañía telefónica. Hicieron de todo. Luego un día la música desapareció. El técnico informó que, al tender los nuevos cables, la compañía telefónica los había situado, sin querer, demasiado cerca de las líneas de alta tensión de la emisora de radio. Tan cerca, de hecho, que la potencia de estas se desbordaba hasta aquellos, de modo que cuando alguien marcaba nuestro número, también recibían la emisora.

¿No es ese el secreto al corazón de los elegidos: acercarse tanto a la Potencia que, cuando la gente marque su número, se pongan en contacto con Jesús? “Y reconocían que ellos habían estado con Jesús” (Hech. 4:13, LBA). Entonces, ¿qué te parece si a todos se nos cruzan los cables con Jesús?

Por: Dwight K. Nelson


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