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Tenemos por costumbre decir; “¡Cómo pasa el tiempo!” cuando en realidad, los que pasamos somos nosotros. Porque la vida se nos escapa con cada minuto y desafortunadamente, no tenemos como recobrarla. Cuando se es joven, con la inconciencia de los pocos años y la inexperiencia que les acompañan, nos parece que todo se demora mucho para llegar, pero al pasar del tiempo comprendemos, aunque un poco tarde, lo breve que en realidad son nuestros días.
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Hoy de nuevo tenemos que despedir un año que termina, y aunque parece algo triste, debía ser motivo de reflexión que nos ayudara a tomar de la experiencia adquirida, las lecciones recibidas para aplicarlas con sabiduría en el nuevo año que se acerca. Tal vez de esta manera, pudiéramos crecer algo más y ver el año transcurrido no como un tiempo perdido que ya no tiene forma de ser recobrado, sino como un peldaño escalado que nos acerca un poco más a nuestro destino final y a la coronación de nuestras aspiraciones espirituales.
Por eso, no te entristezcas por lo pasado. Si fueron fallos, aprende de ellos. Si caídas, glorifica a Dios que te ha vuelto a levantar. Si victorias, no te envanezcas y dale la honra a quien te cubrió con la gracia necesaria para lograrlas.
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Que al finalizar este día que a su vez finaliza un año, embargue tu corazón alegría y gratitud a Dios, al reconocer cuántas bendiciones has recibido y cuánto has aprendido y esto te permita exclamar: “El tiempo ha pasado, pero no ha sido en vano. Gracias Señor por el año que termina. Ayúdame a ser mejor en el que comienza mañana”.
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